Pequeñas felicidades, triunfos personales. Pedir un up-grade y conseguirlo, disfrutar cada detalle. La cola más corta, el sobrecito verde con un peine y unas medias.
Viajar en italiano me da risa. Siento que puedo hablar y no me da vergüenza, me tiento como si fuera la Gioconda.
“Vino rosso prego, ma soltanto mezzo bicchiere per favore. Grazie!”.
Al lado mío no se sienta nadie. Me desparramo y uso las dos mesas. Antes de despegar ya me dormí una siesta. Me envuelvo con la manta como un chal. El color combina. Me siento una reina... bueno... una condesa. Las reinas y princesas se sientan en sus tronos detrás de esas cortinas que corren apenas el avión despega, frontera de clases.
“¡Salute!”
Me regalaron una tarjeta de wifi de cortesía. Si consigo hacerla funcionar...
Miro el mapa con ese pequeño avión que avanza lentamente, muy lentamente. ¿Vale la pena el cansancio?, me pregunto. Al mismo tiempo trato de adivinar el próximo destino.